Homo sapiens: de este modo clasificaba Línneo a la especie humana en su Sistema
de la Naturaleza, de 1758. Fisiológicamente, el horno sapiens no posee nada que
lo haga único entre los primates. Lo que hace único al homo sapiens es su capacidad simbólica; lo
que indujo a Ernst Cassirer a definir al hombre como un «animal simbólico».
Cassirer lo explica así:
El hombre no vive en un universo puramente físico sino en un universo
simbólico. Lengua, mito, arte y religión [...] son los diversos hilos que
componen el tejido simbólico [...].Cualquier progreso humano en el campo del
pensamiento y de la experiencia refuerza este tejido [...]. La definición del
hombre como animal racional no ha perdido nada de su valor [...] pero es fácil
observar que esta definición es una parte del total. Porque al lado del
lenguaje conceptual hay un lenguaje del sentimiento, al lado del lenguaje
lógico o científico está el lenguaje de la imaginación poética. Al principio, el
lenguaje no expresa pensamientos o ideas, sino sentimientos y afectos (1948. páginas
47-49)
Así pues, la expresión animal symbolicum comprende todas las formas de
la vida cultural del hombre. Y la capacidad simbólica de los seres humanos se
despliega en el lenguaje, en la capacidad de comunicar mediante una
articulación de sonidos y signos «significantes», provistos de significado. El
lenguaje esencial que de verdad caracteriza e instituye al hombre como animal
simbólico es «lenguaje-palabra», el lenguaje de nuestra habla. Digamos, por
tanto, que el hombre es un animal parlante, un animal loquax «que continuamente
está hablando consigo mismo» (Cassirer, 1948, pág. 47) y que ésta es la
característica que lo distingue radicalmente de cualquier especie de ser
viviente (De Giovanni Sartori, HOMO VIDENS).
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